La escena parece sacada de una película de ciencia ficción:
un hombre está en el medio de un lugar atestado de gente. El nivel de
estrés toca su pico y el dolor de cabeza se hace presente. En su
situación, la mayoría de la gente apela a una aspirina. Sin embargo él
agarra un aparatito triangular de su bolso, lo pone en su frente y casi
de manera mágica, el dolor se esfuma y su estado de ánimo cambia. ¿Qué
ocurrió? El hombre parece estar utilizando un dispositivo que promete cambiar todos los
paradigmas respecto a la posibilidad de la manipulación del propio estado de ánimo.
Se trata de un "gadget" llamado Thync, creado por Jamie Tyler, un neurobiólogo recibido en la Universidad de Harvard
y cuya función es, según el propio inventor "ayudar a las personas a
activar el estado natural de energía o calma de sus propios cuerpos".
El
"Thync", que ya se vende en Estados Unidos a 200 dólares, difiere en su
concepto de las ya establecidas pulseras electrónicas, que su principal
función era el monitoreo de los signos vitales del cuerpo. Este pequeño artefacto parece tener la capacidad de "hackear" ciertos aspectos de la actividad cerebral.
"Este
dispositivo puede afectar desde el poder de voluntad de las personas
hasta pensar de una manera más creativa y adquirir mejores cualidades en
la actividad física", detalló Tyler.
Estimulación electrónica
¿Cómo
funciona el dispositivo Thync? Se trata nada menos que de la
estimulación de ciertas partes del cerebro mediante pequeños electrodos
con el fin de poder impactar en las emociones y el bienestar físico de
los individuos. "A grandes rasgos, no difiere demasiado de las terapias de electroshock para el tratamiento de enfermedades cerebrales, como la esclerosis múltiple o el Parkinson", afirmó Tyler.
Hasta
el momento, las sesiones de terapia de "Thync" duran entre 10 y 15
minutos y hay dos sintonías disponibles: "la vibra energética", que
levanta el estado de ánimo, y a "vibra tranquila", la cual relaja al
individuo.
El dispositivo "Thync" ofrece "vibras energéticas" y "vibras tranquilas" en sesiones de 10 a 15 minutos
Durante
cada sesión, se aplican diversos niveles específicos de energía,
calibrados para encontrar los nervios craneales y, a través de diversos
algoritmos, activar el cerebro para la liberación de neurotransmisores.
Antes de salir al mercado, los investigadores realizaron una profunda investigación que fue publicada en la revista Nature y que evidenció que los 82 voluntarios participantes lograron reducir sus niveles de estrés.
En
tanto, los propios creadores indagaron en la opinión de los usuarios en
su web oficial durante el primer año del producto en el mercado y
detectaron que dos tercios reconocieron tener mejoras en su
comportamiento y un tercio dijo no haber sentido ningún cambio.
El debate
Así y todo, la comunidad médica no se mostró por ahora tan receptiva u optimista con la llegada de un dispositivo como Thync. Kareem Zaghloul,
director del laboratorio del Instituto Nacional de Enfermedades
Neurológicas de Estados Unidos, aseguró que, pese a que el dispositivo
funcione, todavía no se comprobó científicamente si esta estimulación en
determinadas partes del cerebro puede terminar afectando de manera
negativa en otros sectores del mismo. "Nadie conoce por ahora las
consecuencias a largo plazo del uso de este dispositivo. Cuando uno trabaja con el cerebro mediante la estimulación eléctrica, siempre existen potenciales peligros", dijo el especialista.
Por su lado, Marom Bikson, profesor de ingeniería biomédica del City College de Nueva York,
destacó que la estimulación no invasiva del cerebro puede aparecer como
algo benigno en un principio pero que acarrea riesgos ante una posible
cirugía abierta del mismo y advirtió sobre el caso de aquellos usuarios
que lo usen demasiado y corran riesgos de "caer en una sobredosis".
La ola de críticas y temores de la comunidad científica al
Thync llegó a escenarios casi descabellados: hubo algunos especialistas
que llegaron a alertar hasta sobre la posibilidad de que un hacker pueda
alterar el funcionamiento del dispositivo y generar que las personas tengan un comportamiento violento o agresivo.
Lo cierto es que el campo de la neurociencia se empezó a introducir en una zona de tierra tan fértil como peligrosa. Encontrar los límites será la gran responsabilidad de los especialistas
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